miércoles, 13 de febrero de 2013

Invertir en cultura.




Me ha pasado ya varias veces. He ido de compras con algún amigo y cuando me ha visto pagar cierta cantidad por un pack, o varios, de películas (pongamos el caso audiovisual como ejemplo, por no hablar de discos, libros, fotografía...) se ha llevado las manos a la cabeza. Les resulta raro que aún haya gente que les guste tener en sus estanterías colecciones, ediciones especiales, formatos u otra forma física (en vez de virtual o digital) de cualquier expresión cultural o artística a la que seamos aficionados.

Es cierto que no es barato, me puedo gastar en un pack de Tarantino, y sin ser unos de mis directores preferidos, al rededor de 60 euros, pero tampoco es algo especialmente caro. Es más, si se busca bien en ocasiones se encuentran gangas, de hecho hoy he comprado 5 películas, me atrevería a clasificarlas como buenas, por tres euros, son: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984, Pedro Almodovar), Bagdad Cafe (1987, Percy Adlon)Las bicicletas no son para el verano (1984, Jaime Chávarri), estas tres que las conocía, más otras dos a ciegas como son: Un toque de canela (2003, Tassos Boulmetis) y Mi mejor amigo (2006, Patrice Leconte). 

Aun siendo conscientes de la revolución tecnológica que sufrimos y que afecta indirectamente a la cultura, debería seguir siendo normal tener, conservar, copias originales en las estanterías; por muchas razones, entre las que primaría la calidad del producto. La industria se resiente por la piratería, aunque creo que se exagera en ello. Hay otros que buscan alternativas en la venta y distribución de los productos, arriesgándose y, en la mayoría de los casos, saliendo satisfechos, es el caso de los support, como ejemplo pongo el caso del artista madrileño Swan Fyahbwoy . 

Sea como fuere ¿estamos tan locos los "amantes" a las colecciones? Yo creo que no, sinceramente.








sábado, 2 de febrero de 2013

Torero.

Foto extraída de eldiario.es


Torear desde el burladero.

De vergüenza. Bochornoso. Es de no tener respeto por una profesión, y unos profesionales, adalid de la Democracia. Deleznable (como ellos dirían)