En la anterior entrada propusimos
un juego. Plasmé un fragmento del diálogo de una película, la cual estaba
basada en un libro. El juego consistía en adivinar qué película y libro eran,
con el fin de hablar de ellos entre todos. A falta de participantes, esta
entrada está dedicada a hablar sobre la película y, un poco, sobre el libro.
La película se titula Léolo (1992), una auténtica obra de arte
cuya dirección y guión corresponden al canadiense Jean-Claude Lauzon, nominada a la Palma de Oro
del festival de Cannes. La fatídica muerte de este director, 5 años más tarde
de la realización de este film, no nos ha dejado disfrutar más, de un cine
contado de forma única, un cine que es cine en mayúsculas, arte, lejos del cine
simple, aunque en ocasiones correcto, del que estamos rodeados y acostumbrados.
Para mí es una película difícil de superar, e incluso me cuesta creer que el
propio Jean-Claude Lauzon pudiera sobrepasarla con la película que estaba
realizando y que no acabó, por el fallecimiento del mismo.
Léolo es un niño que vive en un
barrio humilde de Montreal, cuya existencia en una vida miserable le hace soñar
despierto, servido de una imaginación extraordinaria, con el fin de evadirse de
esa vida sórdida que finalmente irrumpe para romper todos sus viajes
imaginarios. Esta vida está determinada por los miembros de su familia; un
padre obsesionado con la salud, que piensa que está estrechamente asegurada con
el acto de defecar, un hermano preso del
miedo convertido en culturista, dos hermanas enloquecidas, un abuelo falto de
atención y una madre que trata de sostener todo este micro-mundo.
Léolo trata de superar su
realidad a través de la escritura, presentando a esta como una salida, quizá la
única salida. De hecho este es el tema de la película, tratándola a través de
la inspiración, la falta de ella, de lectores… aplicable a la “otra” crisis que vivimos en la
actualidad; la cultural, intelectual o como queramos definirla…
El valle de los
avasallados (1966) es el libro que inspiró la película de Jean-Claude
Lauzon, escrito por Réjean Ducharme.
En palabras textuales de la periodista Jacinta Cremades:
“…me
gusta mucho el título en francés, L'avalée
des avalés, ya que indica
como luego va a ser la novela: lírica, repetitiva, musical y dramática. El
personaje principal y narrador es una niña de 9 años, Bérénice Einberg, que
cree que su madre no la quiere. La acción se sitúa en los años 60, en los
suburbios de Montreal. La obra es una puesta en escena del mundo infantil en el
que los adultos no intervienen. Recuerda en su propósito al libro de Cocteau, Los
niños terribles.
La novela de Ducharme es densa, a veces difícil de leer por las repeticiones de nombres, juegos lingüísticos e invenciones de palabras. Su escritura engancha gracias a la musicalidad de las frases a pesar de un mismo estilo desde el principio hasta el final. Pero consigue recrear el lenguaje de los niños y hace sonreír al lector adulto. En Bérénice descubrimos una mirada límpida, incapaz de entender las absurdas ideas de los adultos.
La novela de Ducharme es densa, a veces difícil de leer por las repeticiones de nombres, juegos lingüísticos e invenciones de palabras. Su escritura engancha gracias a la musicalidad de las frases a pesar de un mismo estilo desde el principio hasta el final. Pero consigue recrear el lenguaje de los niños y hace sonreír al lector adulto. En Bérénice descubrimos una mirada límpida, incapaz de entender las absurdas ideas de los adultos.
Por último recomendar la película, una obra maestra, imprescindible
en la videoteca de cualquier cinéfilo. Yo ahora voy a por el libro.
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